El rojo bermellón en la vida de una profesora muy sentimental
La vida gira en torno al rojo bermellón. Desde los comienzos de la historia de la pintura ese color se ha ido definiendo para aplicarlo a las pasiones. Cabe recordar el zénit del descubrimiento del rojo bermellón en Pompeya. ¡Portentosa emoción la de la Villa dei Misteri con sus mujeres danzando en ritos de iniciación!
También ese color fue clave en la pintura flamenca y veneciana. Unas pasiones más idealizadas en esas mujeres de Vermeer, o en las Madonna de Lorenzo Lotto. ¡Quién no se ha enamorado alguna vez de esa Lechera que deja entrever, bajo las sayas de la mesa, la tela roja de su falda!
Sin embargo, el rojo bermellón no sólo ha sido aplicado a las pasiones. Rafaello de Sanzio, que manejaba las posibilidades de tal color como un pequeño cartógrafo de la pintura, pinta el fresco de la Escuela de Atenas imponiendo a Platón, quien, mientras sujeta el Timeo, señala hacia las ideas, un rojo bermellón tamizado. También Euclides, centrado en el manejo del compás, viste una túnica de rojo bermellón intenso.
Se abre, con Rafaello, el camino de tal color al ámbito de la enseñanza. La pretendida casualidad de que un profesor utilice el rojo bermellón para corregir nos conduce al camino de la pregunta: ¿Por qué no utilizar el amarillo, magenta o cian, por ejemplo?
La respuesta no está más que en la Historia de la pintura. Ahora bien, una vez aceptada tal ambivalencia del rojo bermellón, llegamos a la pregunta: ¿Por qué se aplica ese color a las pasiones y a la enseñanza a un tiempo?
Entonces esta filósofa, enseñante común, osa pensar que a fin de cuentas la ética de la enseñanza es la pasión. Y que las pasiones, como bien decía Gustave Flaubert en su primera Educación sentimental, son tarea de aprendizaje.
2 comentarios:
De sangre en sangre vengo
pintado las olas de la vida,
adonde quiera que voy
dejo escritas con sangre
la pasión en mis heridas.
Maxi
¡Qué bonito, papi! ¡Gracias!
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