12 ago 2010

Fragmentos fronterizos XLII


De la exclusión lingüística

Lección II para una samurai


Un paso hacia la libertad de espíritu consiste en romper la gramática cerebral. La utilidad comunicativa del lenguaje crea, por su propia naturaleza, criterios de exclusión. Comunicamos con una gramática que encaja las conexiones neuronales en el habla. Eso nos permite abrirnos al otro –animal social-. Sin embargo, la apertura al otro es relativa. Nos abrimos a los que comparten el mismo lenguaje, y, como mucho, la misma gramática. La trampa de las estructuras lingüísticas es que nos alejan del resto de seres humanos que encajaron su forma de manera diferente.

De ahí nace el juicio anterior al juicio –prejuicio-. La exclusión social no se basa más que en el hecho de la pereza de un colectivo a la hora de trabajar por hacer flexible la gramática cerebral.

Cuanto más diferente sea la lengua que se estudie, mayor es el terremoto producido a estructuras que con la edad devienen piedra ósea. Una vez que nos convertimos en piedra, nuestra condición de seres vivos pasa a la de seres inertes, aunque continúe nuestro latido y respiración.

Por ello, si me preguntan qué lengua podría ponerse como obligatoria en la formación de los adolescentes, me atrevería a decir ruso, chino, árabe, hebreo, japonés o cualquier lengua que ya desde la base de la escritura sea radicalmente diferente a la que nos viene dada de origen.

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