A una compadre comunista
Intentaba correr sin saber bien hacia dónde. Seis piernas me llevaban. Ignoro si era la danza quien caminaba, o si rodaba vibrando en Sanpietrini. La velocidad no existe cuando extenuado queda el baile que busca desesperado un rincón de Bernini.
La vida en ocasiones te lleva a lugares desiertos. Fábricas, vehículos, mangueras de petróleo crecen con los árboles de invierno. Correr bien sin saber adónde acaba en otro destino. Un cartel de Roma tachado. Es posible. Quería acabar escapando. Hacía media hora te dejaba en la terminal 3 de Fiumicino. Ya no regresaba a Roma. Tomé el camino hacia el norte. Allí, balbuceando lenguas ignífugas. Buscadme en el lugar donde habita el desierto.
2 comentarios:
Ya sabes mi aplicación número uno de la teoría de la relatividad: Si das vueltas alrededor de un árbol a la suficiente velocidad verás la espalda de alguien que te persigue en tu recorrido. ¡Eres tú! a punto de alcanzar tu propio culo. Hay que seguir insistiendo para construirse y conocerse, la vida no es gratis y lleva su trámite. De cada final queda un reguero de huellas. Tenemos que exigirnos que la belleza nos ampare.
Adolfo, espero que estés en forma y recuperado. Supongo que los fríos québecquoises son inauditos. Te recibo con los brazos abiertos.
Papi, ¿quién nos dijo que la vida era fácil? Y, sin embargo, la belleza siempre nos ampara. Ya sabes que yo corro a una velocidad reseñable, así que vi cómo era mi culo. Besis.
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